lunedì 25 aprile 2011


Primer día de danza movimiento terapia en brecha.
Clase de Claudia Igaz

La importancia del gesto.

La cosa que me quedo de la clase fue esta presentación que hicimos entre todas cada una eligiendo un movimiento. Mi movimiento fue un movimiento de apertura hacia el cielo hecho con los brazos abiertos que se doblaban sobre la cabeza acompañándola al suelo con las manos. Fue un gesto de despedida y de duelo que reflejaba mi estado de animo de estos días (volví el lunes de Italia donde despedí mi padre por última vez). Después de haber hecho todos nuestros movimientos de presentación empezamos a movernos para desarrollar este gesto, achicándolo o alargándolo, o simplemente escuchando las diferentes maneras en que este movimiento se podía trasformar. Yo sentía mucha tensión en el cuello, este cuello que llevaba esta cabeza pesada y triste, este cuello donde queda la voz, la garganta, el lugar de enfermad de mi padre. En un momento Claudia (la profesora) nos dijo de mirarnos entre nosotros, de observar los movimientos de los otros… y, por ahí, si teníamos ganas, de inspirarnos para sumar algo a nuestro movimiento. Yo empecé a mirar todos. Mi propiocepcion se expandió hacia afuera, y se trasformó en esterocepcion… algunos movimientos me tomaron la atención: en particular una chica cuyos hombros se movían come una serpiente, sin esfuerzo, suaves y fuertes al mismo tiempo. Empecé a hacer mío este movimiento de hombros… en un primer tiempo casi me molestaba hacerlo, la suavidad y la decisión de la chica subrayaban mi tensión y mi dolor… luego, paulatinamente, empecé a escuchar mi tensión, mi dolor, acogiendo el movimiento, mimando mis hombros con esta rotación dinámica y elegante, dejando fluir la tensión hacia los codos, hasta los dedos de la mano que empezaron a moverse como mariposa, empezaron a saludar, a despedir. Mi gesto de duelo se había trasformado en el gesto que más me da miedo: saludar. Después Claudia nos sugirió de elegir una pareja con quien compartir movimientos. Hay me confundí un poco… en realidad estaba muy cansada y no tenía mucha gana de moverme. Me tomó la atención una chica embarazada que hacia movimientos muy pequeños y muy lentos y con quien me identifique mucho. Y mientras yo bailaba casi de mala gana con una chica que repetía movimientos siempre iguales y saltos que no me pertenecían, miraba esta chica con esa panza gigante, y esa cara cansada, cerca del piso, lenta y pesada… y entonces, aunque la música fuera veloz y alegre, me quedé con mi tristeza, con mi tensiones, con mi cansancio y me tranquilicé. Pensándolo ahora me pareció de elegir entre dos partes de mi personalidad: una dinámica, repetitiva, demostrativa, y una cansada, tranquila, contemplativa.
Al final nos pusimos de nuevo todos en ronda, sentados, e hicimos nuestro gesto, para ver cómo, y si, se había transformado en otra cosa. Mucha gente hice gestos más grandes, mas desarrollados, algunos se pararon, otros movían más las vértebras y casi todos eran más expresivos. Yo hice mi movimiento final: era solo un movimiento de cabeza, pero el cuello ahora estaba libre de moverse en todas las direcciones, y el gesto de duelo inicial se transformó en un saludo a la tierra. Después pusimos palabras a nuestras emociones y sensaciones y estuvo lindo porque poner palabra siempre me sirve a contener y dar un limito a lo que me paso. Pero, como siempre para mí, no fueron suficientes a explicar todo lo que me pasa bailando y moviéndome con los otros. Por ahí fue por eso que me propuse para escribir esta crónica de la clase.

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